JAÉN

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ESCUDO DE JAEN

1. Jaén, la ciudad andalusí
Quinientos años de presencia musulmana, desde el siglo VIII hasta el XIII, han dejado una huella imborrable en la arquitectura y organización urbanística de los pueblos y ciudades de Jaén.
En la época Al-Andalus, los judíos establecidos en la ciudad viven una época de tranquilidad donde la ordenación del estado musulmán les permite asumir altos cargos. Gracias a ellos y al papel mediador desempeñado, en la Edad Media hispanoárabe se produce el florecimiento de la poesía y la música sefardí.

Durante la dominación árabe se fijan las líneas del desarrollo urbano de Jaén, convirtiéndose en una plaza fortificada que jugará un enorme papel en las luchas internas de este período histórico.
En 1232, Muhammad B. Yusuf b. Al-hamar se proclamará rey de Jaén hasta que en la primavera de 1246 establezca un pacto de vasallaje con Fernando III ’El Santo’, rey de Castilla y León, por el que le cederá la ciudad a cambio de poder mantener el reino nazarí de Granada. A partir de este momento, la antigua Yayyan musulmana pasará a formar parte definitivamente de la corona castellana.
Es en el siglo XIV cuando la convivencia pacífica entre musulmanes, judíos y cristianos se rompe. La persecución de las religiones ajenas al cristianismo produce la conversión obligada del judaísmo y del Islam. Esta gran conversión de religiones provoca a su vez que se establezca en Jaén el tercer Tribunal de la Inquisición de España, tras los de Sevilla y Córdoba.
La toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492 significará la expulsión definitiva de España de musulmanes y judíos.

2. Jaén, la ciudad medieval y cristiana.
En la primavera de 1246 y tras ser sometida a varios cercos, Alhamar, rey musulmán de Jaén, entrega la ciudad al rey Fernando III, con lo que Jaén se queda en manos cristianas.
Fernando III convierte al culto cristiano la mezquita Aljama, ordena la construcción de un nuevo Alcázar cristiano (actualmente se trata del Castillo de Santa Catalina ) y el traslado de la sede episcopal desde Baeza hasta Jaén. En este período la ciudad incrementa su pujanza como capital del reino y obispado de su nombre.
Entre 1460 y 1473, Jaén está bajo el mando de Don Miguel Lucas de Iranzo, Condestable de Castilla bajo el reinado de Enrique IV. Bajo el gobierno de Iranzo se inicia una reforma urbanística de la vieja ciudad medieval, allanando y ensanchando las calles y las plazas. Comienza así, el proceso de construcción de la futura ciudad renacentista.

3. Jaén, la ciudad moderna.
El siglo XVI es la época del renacimiento económico español en el que Jaén ocupa un lugar privilegiado. La ciudad sufre un ascenso demográfico considerable que supone que en 1587 Jaén cuente con 22.380 habitantes y que se configure como una de las ciudades más importantes de Castilla, con representantes y voto en Cortes.
La economía de Jaén se fundamenta en las cosechas de cereales que llevan a la construcción de un gran “ pósito ” o almacén comunal del grano, ubicado en la plaza que aún hoy lleva su nombre. No menos importantes son también la industria de curtido de pieles y el sector artesanal, unas de las más destacadas a nivel estatal.
Todos estos factores acaban consolidando a Jaén como capital administrativa y política de su reino.

La nueva catedral renacentista es una de las construcciones que muestran el esplendor artístico que vive Jaén en esta época, catedral promovida por el cardenal Merino y construida por el arquitecto Andrés de Vandelvira. Poco a poco la ciudad se va adaptando a este nuevo foco cultural y los aledaños de la catedral se convierten en la zona de residencia de los artistas y de las clases sociales acomodadas.

Sin embargo, en los comienzos del XIX, la Guerra de la Independencia vuelve a convertir la ciudad en una plaza fuerte de interés logístico y estratégico, que al final trae consigo una inevitable decadencia económica de la que Jaén no se recuperará. La ciudad se convierte en una capital provinciana con una endeble economía basada en la actividad agraria, la administración y los servicios.
Será a partir de 1960 cuando Jaén inicie un notable crecimiento que acabará por transformar por completo su casco urbano.

4.- Jaén, tierra de Íberos.
Las primeras pruebas de la existencia del mundo ibérico en Jaén datan del siglo VI a.C.
Consultando fuentes clásicas, se sabe que Jaén estuvo dividida bajo la influencia de los pueblos oretanos y turdetanos, territorios sobre los que los romanos establecerían más adelante los límites entre los tarraconenses y los béticos, aunque se han encontrado indicios sobre la existencia de un tercer núcleo ibérico independiente, los mentesanos.
Los restos arqueológicos encontrados muestran el modo de vida de las gentes que ocuparon la región de Jaén. El trabajo comunal y probablemente el uso de esclavos públicos, se tradujo en un excedente de producción que reinvertían en las estructuras familiares y en los propios oppidum (asentamientos poblacionales), pero también provocaron unas fuertes diferencias sociales, que se aprecian en los distintos tipos de ajuares funerarios encontrados (unos con más riquezas que otros) y en los propios restos de las oppidum, que demuestran que unos eran dominadores y otros dominados.
Según los estudios de los historiadores, Oretania, región de los oretanos, habría ocupado la parte norte de Jaén, mientras que La Bastetania, a la que pertenecían los turdetanos, debió ocupar las zonas más al sur.